REFLEXIONES DE UN CABILERO
Todo se transforma. Cruzar la frontera parece el acto final de un ejercicio de preparación mental en el que tenemos que superar la ausencia de… ¡tantas cosas! Por supuesto, no es un sufrimiento, todo lo contrario. Vamos porque vamos a disfrutar de otras cosas, pero sin el internet, nuestro sofá, nuestra música… en fin. Por otro lado, también asumimos nuevos roles. Nos convertimos en auténticos supervivientes adaptándonos a cualquier situación sin rechistar, para todo problema tenemos una solución a la voz de “ya”. Sin embargo, en casa (por poner una situación) nos quedamos sin bombona de butano y la “liamos bien parda”. Nos cagamos en todo lo que se menea, en los vivos y en los muertos (que en paz descansen), en ocasiones nos bloqueamos y perdemos los papeles. Pero allí no. Allí se puede sentir un proceso de transformación que no deja de ser una terapia positiva para nuestras cabezas, inmersas habitualmente en la rutina “algo” estresante del trabajo.
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