miércoles, 13 de mayo de 2009

Min en Kom Ombo

En Kom Ombo, ciudad situada entre Luxor (antigua Tebas) y Aswán, se erigió un templo dedicado a Horus y Sobek. Aunque existió ya en época faraónica (la ciudad) tuvo un gran desarrollo en época ptolemaica. En su origen, fue un asentamiento llamado Nubt, que significa "Ciudad de Oro". Por su situación, disfrutaba del control sobre las rutas comerciales que se dirigían desde Nubia a través del Valle del Nilo, si bien su importancia creció con la construcción del templo en el siglo II a.C.

La ruta del crucero que partiendo de Luxor hacía paradas en Esna, Edfú, Kom Ombo y Aswán como destino final, atracaba por fin, en Kom Ombo. Nos esperaba un largo día de visitas y un calor espantoso (y eso que era diciembre), pero todo tuvo su recompensa. Lo que primero nos sorprendió fueron las diminutas dimensiones del poblado, un paisaje desolador pero con un encanto indescriptible. Se podía sentir, en su decadente apariencia, la energía contenida durante siglos de silencio tras la vida que hubo de tener hace milenios. También nos sorprendió y gustó mucho el templo. Situado entre palmerales a la orilla del río se accedía por una doble entrada, y era porque el mismo edificio albergaba dos templos con dos salas hípetras, dos salas hipóstilas y dos santuarios. Uno para Horus (dios Halcón) y otro para Sobek (dios cocodrilo). Curiosísimo.

Nuestro guía, Hassan, un puto crack, nos metió en el templo y empezó a explicarnos el repertorio iconográfico de todo el recinto. Entre los jeroglíficos vimos a dioses, narraciones mitológicas, instrumentos de medicina, y a Min. Fue divertido, eran ya las 19:00 ó 20:00 horas y estábamos cansados, pero Min nos reactivó. Min era el dios de la fertilidad, prosperidad y muchas cosas más. También se representa de diferentes maneras pero en este templo se representa de la manera más divertida: como una gran polla. Sí, sí, enormes cipotes con sus pelotas incluídas. Hace gracia porque esas pollas están impolutas y ya ha llovido desde que las esculpieron en la piedra. Ya digo que estábamos cansados pero se me ocurrió una maldad. Mientras el guía explicaba los últimos jeroglíficos yo no hacía más que buscar el ángulo perfecto para sacar una fotografía del dios Min. Y ¡vaya por dios! (nunca mejor dicho) pillé el ángulo exacto. Convertí el pictograma e ideograma en la personificación del dios, y todo gracias a Hassan, que se colocó para explicar en el peor sitio posible. Pero ahora le doy las gracias, porque como todos y todas sabemos, muchas veces recordamos las cosas por las anécdotas que vivimos, y por eso, nunca olvidaré Kom Ombo.


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