sábado, 23 de mayo de 2009

Una historia de tantas...

Corrían los años sesenta. Los criaturitas que aparecen en la escena son primos hermanos.
El que aparece de rodillas con el culillo al aire se llama Antonio, y el que está de pié con el baberito, se llama Juan Enrique. Los dos crecieron y jugaron juntos durante algún tiempo ya que eran vecinos. Solo les diferencia un año de edad ( Antonio es el mayor). Pero he aquí, que el destino cruél y un pequeño coágulo traicionero, quiso que uno de ellos se quedara para siempre en ese mundo de la infancia, mientras que el otro siguió creciendo, con su cerebro "normal", lleno de malos pensamientos, prejuicios, y problemas y haciéndose cada vez más "mayor".
Antoñito no tuvo una edad mental correspondiente con su edad cronológica. Fué un niño toda su vida y al pasar los años, se convirtió en un hombretón rubio y guapo, que te abrazaba con la fuerza de un oso cuando te veía en algún cumpleaños, boda o comunion familiar. Un hombre que me cogía de la mano y me llevaba a ver sus juguetes, sus libros de cuentos y sus cochecitos superordenados. Su habitación era su particular mundo.
Y ayer, en esa misma habitación que fué su mundo, apareció dormido para siempre..
Quizás a causa de ese maldito coágulo traicionero que le privó de esa maduréz que nosotros soportamos...
Hoy lo estarán despidiendo en Málaga, en esta misma hora en que yo lo recuerdo.
¡¡¡ Mierda!!!..
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